Las murallas y los sistemas fortificados representan uno de los legados patrimoniales más valorados por los ciudadanos de todos los lugares del mundo. Su contemplación nos recuerda que durante la mayor parte de la Historia la seguridad, la vida y la prosperidad de las personas y sus ciudades dependían de la protección de estas construcciones monumentales
En el caso de Almería, la historia de nuestras murallas es la historia misma de nuestra ciudad. Ciudad y murallas nacieron a la vez en el 955 y durante mil años compartieron épocas de esplendor, de olvidos y a veces también de asedios terribles, como los de 1147 y 1309. Aunque en 1489 se entregaron a los Reyes Católicos, la imagen amurallada de Almería perduraría muchos siglos más, con reformas y adaptaciones a las necesidades militares de los nuevos tiempos. Cuando el nacimiento de la ciudad burguesa exigió en 1855 el derribo de las murallas, los almerienses se afanaron en la tarea con entusiasmo. Casi milagrosamente se salvaron la Alcazaba y un importante lienzo de aquellas murallas medievales: las que salen de la parte norte de la Alcazaba y salvan el barranco de la Hoya, y las que coronan el cerro de San Cristóbal y se asoman hasta la calle Antonio Vico, además de los testimonios de muros y torres de San Cristóbal y de La Chanca y de aquellos lienzos de muralla que se salvaron de la destrucción general de 1855 y tras permanecer enterrados, la arqueología urbana ha conseguido devolvernos.
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Tenemos el deber de conservar este valioso patrimonio que hemos recibido de nuestros antepasados no sólo para nuestro propio disfrute, sino también como herencia de las generaciones futuras. Este es el sentido de la Ley que, desde 1949 ordena la protección de cualquier edificio fortificado, con independencia de su cronología, su valor artístico y su estado de conservación. Un mandato que sería actualizado constitucionalmente por la Ley del Patrimonio Histórico Español de 1985 y la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía de 2007, que declaró a todo este patrimonio como Bien de Interés Cultural y le concedió el máximo nivel de protección legal. Por todo ello nuestras murallas están protegidas por Ley desde hace casi 70 años, siendo las del Cerro de San Cristóbal Monumento Nacional desde 1931.
@ Pako Manzano
Estando claro tanto el inmenso valor de nuestras murallas como la obligación de su protección legal y a pesar de que las murallas son uno de los símbolos históricos más importantes y reconocidos de una ciudad, se mantienen en el más profundo olvido de las autoridades andaluzas y municipales y su estado es una clamorosa metáfora en piedra de la situación de abandono y desprecio en el que se encuentra el patrimonio almeriense en general. Olvidadas, maltratadas, cubiertas de vegetación, llenas de pintadas y frecuentemente convertidas en un basurero, el estado de las murallas y torreones medievales de San Cristóbal y La Chanca es un clamor desde hace muchos años.
Foto FVF
En 40 años de democracia ni el Ayuntamiento de Almería ni la Junta de Andalucía apenas han vuelto su mirada a las murallas almerienses, con la excepción destacada de la restauración de la milenaria muralla de la Hoya que culminó con esa lamentable imagen de las dos torres heridas de acero corten; una imagen pseudomoderna de la muralla milenaria que rechina tanto que desde entonces es irreproducible en los carteles turísticos de la ciudad.
En lo único que sí parecen estar de acuerdo Ayuntamiento y Junta de Andalucía es en su decidida falta de colaboración institucional, llegando a veces al esperpento de rebuscar documentos históricos que acrediten la no-responsabilidad propia en la conservación de las murallas almerienses. A la Junta de Andalucía y su Delegación Territorial de Cultura hay que recordarles que las competencias que tienen transferidas no se escogen a la carta y según los intereses del momento, que la ley les reconoce las competencias exclusivas del patrimonio fortificado, su tutela, protección y conservación. Y al Ayuntamiento de Almería, aunque no sea titular de estos vestigios, advertirle que es responsable de las actuaciones que se hacen en sus entornos protegidos, así como del deber de vigilar y denunciar su deterioro, cooperar activamente en la conservación y potenciar los valores culturales de este patrimonio defensivo
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Por todo ello, concluimos y exponemos lo siguiente:
Almería, 21 de abril de 2018