EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA DE DALIA KHAMISSY EN EL CAF
DALIA KHAMISSY (Apunte biográfico)
Nací en un país donde los conflictos eran continuos. En 1975, cuando estalló la Guerra Civil en Líbano, tenía dos años… Mi generación creció escuchando los boletines de última hora y buscando refugio bajo las escaleras mientras las bombas caían en las inmediaciones. A veces los conflictos eran internos; otras con países vecinos, pero las consecuencias eran las mismas: el país quedaba asolado y la gente siempre sufría en soledad.
Me crié en el seno de una familia que se mantenía al margen de la política; la prioridad de mis padres era protegernos ante cualquier peligro… Mis padres, que habían huido de Palestina con sus respectivas familias en 1948, no querían huir como refugiados por segunda vez. Aunque crecí apartada de otros refugiados palestinos en un barrio libanés, me recordaban continuamente que era diferente al resto. Me intrigaba la idea de la guerra, los motivos que la provocaban, sus secuelas y las consecuencias en la vida de las personas… la idea de convertirme en refugiada, en desplazada, y la discriminación que implicaba… Me interesaba el concepto de la patria, los países y las fronteras. Me confundía la idea de los documentos de identidad y de cómo puede cambiar la vida de los seres humanos. Sin embargo, opté por no involucrarme como fotógrafa en el conflicto libanés y ni siquiera tratar de entenderlo.
En 2002 tuve la oportunidad de viajar a Irak en una misión humanitaria. Allí sentí que era testigo de un conflicto ajeno y de su efecto en la gente sin que ello me afectase personalmente en esa ocasión. En ese momento decidí que quería dar a conocer las secuelas de las guerras y contar las historias de las personas con las que tenía relación, aunque no directa, personas cuyas vidas cambiaron radicalmente a causa de la guerra. En 2004, mientras todo el mundo enfocaba sus cámaras a la guerra de Irak, a mí me interesaban más los refugiados kurdos palestinos e iraníes abandonados en la frontera de Jordania e Irak intentando huir de un país asolado tras el estallido de la guerra en 2003. Me consumía la idea de que se convirtiesen en refugiados por segunda vez y quería contar su historia. Me repugnaba el hecho de que sus vidas sufriesen continuos cambios a causa de las guerras de otros. No podía entender que, debido a la naturaleza de sus documentos de identidad, un simple papel, viviesen en medio del desierto, y quería dar testimonio.
En 2005 me impliqué profesionalmente por primera vez en el conflicto libanés al aceptar el puesto de editora fotográfica para Associated Press en Beirut, y en verano de 2006, durante la ofensiva israelí sobre Líbano que se prolongó durante 34 días, conocí el conflicto editando las imágenes de muchos otros fotógrafos. El país estaba a rebosar de medios de comunicación nacionales e internacionales que informaron durante toda la ofensiva. Pocas semanas después del alto el fuego, el mundo perdió interés en las noticias sobre el Líbano y se olvidó de su población, cuya vida había dado un giro para siempre. Dejé el trabajo cuatro meses después del inicio de la guerra con la intención de retomar la fotografía…
Tardé un tiempo en comprender que yo también estaba sufriendo las secuelas de la guerra y en decidirme a viajar, en esta ocasión como fotógrafa, a la zona afectada del sur de Líbano, sin atreverme a ver las ruinas —lo que la guerra había dejado a su paso—. Se estaban reconstruyendo algunas ciudades, mientras que otras seguían totalmente asoladas.
Durante los tres años que estudié arquitectura —antes de dejarlo para pasar a fotografía—, aprendí nociones del espacio y fui consciente de su importancia, aprendí a visualizarlo, conceptualizarlo y crearlo. Más tarde traté de aplicarlo en fotografía y, para mi proyecto de fin de carrera, investigué el espacio personal; mi estudio se basaba en diversas pinturas de la historia del arte, especialmente El grito de Edward Munch, donde las líneas y colores que rodean la figura agonizante parecen moverse con el cuerpo que grita. Mi investigación incluía la noción de espacio en diferentes culturas, las posturas y el movimiento del cuerpo, símbolos, formas, colores, etc. Todo ello lo combiné para crear una fotografía donde dejé que el cuerpo se moviese libremente en su espacio dependiendo de sus emociones. Aunque abordé mi proyecto final con un enfoque antropológico, psicológico y artístico, me ayudó a visualizar mis conceptos sobre el reportaje, y el espacio se convirtió en el aspecto más importante de mis fotografías, envolviendo los sujetos, revelando sus historias particulares.
Incluso en el desierto, los refugiados creaban su propio espacio con el escaso material que se les proporcionaba. La guerra de Irak había convertido sus espacios privados en públicos… Transformaron el inmenso espacio público del desierto donde estaban confinados en pequeños espacios privados muy personales. En su caso, consiguieron intimidad gracias a una fina membrana: las tiendas.
En los Espacios abandonados que visité en la ofensiva del sur, la guerra había convertido en público lo privado en pocos segundos. Los espacios estaban abandonados, pero revelaban la historia de una guerra, de las familias que vivían allí; los muebles que dejaron atrás se sumaban a los recuerdos… la serie Espacios abandonados fue el primer proyecto que realicé sobre las secuelas de la ofensiva libanesa. A partir de entonces cambió mi concepción del conflicto y pude representarlo de una manera distinta para entenderlo mejor. Fue al reconciliarme con los acontecimientos que viví y con los recuerdos de la guerra civil cuando decidí centrarme más en contar historias de las guerras que había vivido, de los temas de mi vida que intentaba evitar como ciudadana, como mujer y como “extraña”. Y utilicé la fotografía como instrumento para entender mis experiencias cotidianas. Desde entonces trabajo en Líbano en diversos proyectos relacionados con las secuelas de las guerras y los derechos de la mujer, como violencia doméstica, derechos de ciudadanía, etc., temas que abordamos en la vida cotidiana.
Creo que mi fotografía no solo contribuye a arrojar luz sobre diferentes temas, sino que también me ayuda a entenderlos y a afrontarlos. Y, si mis fotografías logran que unas cuantas personas se paren un momento a pensar, sentiré que he cumplido mi deber como narradora de historias.
Dalia Khamissy