Un Archivo y un archivero en tiempos de incertidumbre y dolor
(imagen © Pako Manzano)
Desde mi ventana – 06 / Amigos de la Alcazaba
«Un Archivo y un archivero en tiempos de incertidumbre y dolor”
Por María Luisa Andrés Uroz, Directora del Archivo Histórico Provincial de Almería
En múltiples ocasiones las que trabajamos en este centro hemos tenido que hablar de lo que es el Archivo Histórico Provincial de Almería, qué guarda, para qué sirve, quién lo utiliza, desde cuando existe, cuál es su documento más antiguo o el más importante. En artículos, conferencias o visitas guiadas hemos explicado que es la institución que se encarga de recoger, organizar, conservar y difundir documentación que tiene valor histórico y que fue generada por distintas instituciones de la administración central, autonómica, corporativa o notarial entre otras muchas. Que fue el primero de Andalucía en crearse ya que dio sus primeros pasos en marzo de 1932, tras haberse promulgado un decreto el 12 de noviembre de 1931 por el que creaba en España a los de su clase para recoger los protocolos notariales centenarios que se encontraban en las distintas notarías de la capital y provincia; y que, con el paso de los años, fue ampliando el volumen de fondos documentales custodiados, para llegar en la actualidad a albergar unas 90.000 unidades de instalación entre libros, legajos y cajas, planos, fotografías y carteles, con una cronología que va de 1519 hasta nuestros días.
También hablamos de las distintas ubicaciones que ha tenido. De como empezó en un edificio de la Plaza Vieja para pasar a otro del Paseo antes de instalarse en la calle Murcia nº 1, sede que simultaneó en los años 70 y 80 del siglo XX con otros situados en la Avenida de la Estación, en la calle Navarro Rodrigo y en los sótanos del Edificio de Servicios Múltiples de la calle Hermanos Machado. Finalmente, en 1990 pudo inaugurar la sede actual situada en la calle Campomanes, 11. Un edificio digno para el uso destinado, reconstruido sobre otros tres antiguos de los que permanecieron sus históricas fachadas y al que se le dotó de las medidas de seguridad necesarias para conservar el rico patrimonio documental que lo forma.
Pero este importante Archivo no hubiera sido lo que es si no hubieran existido los archiveros y archiveras que en él han trabajado desde esa fecha de 1932. Personas entregadas a una labor callada, desconocida y poco reconocida; acostumbradas a trabajar en situaciones difíciles y con escasez de medios; animadas siempre por su vocación y compromiso con el patrimonio documental. Profesionales que desde los tiempos de Isabel Millé, primera directora de este Archivo, no han dejado de trabajar por el bien de los documentos custodiados y de los ciudadanos que los consultan.
En esos momentos de confinamiento que nos está haciendo pasar el virus COVID-19 y el estado de alarma que sufre el país, no puedo dejar de recordar especialmente al archivero que le tocó asumir la dirección de este Archivo en otra etapa mucho más difícil de nuestra historia: la Guerra Civil de 1936 a 1939. En 1937, enviado forzosamente por el gobierno republicano, llegó de Madrid para hacerse cargo de esta dirección vacante el facultativo archivero Eugenio Sarrablo Aguareles (Almudévar (Huesca), 1894 – Madrid, 1961). No solo se hizo cargo de este Archivo, sino también del de la Delegación de Hacienda, de la Biblioteca Pública -la que encontró saqueada y convertida en un montón de basura- y del Archivo Municipal, que estaba en lamentable estado. Además fue vocal y secretario de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico de esta provincia, intentando salvar el patrimonio almeriense en distintos viajes que hizo por municipios de la provincia.
Nada más llegar a Almería el archivero Sarrablo tuvo que afrontar una verdadera emergencia. Una de las bombas lanzadas por la escuadra alemana en esa luctuosa jornada del 31 de mayo de 1937 afectaría a las instalaciones del Archivo, por lo que había que tomar decisiones urgentes para la salvaguarda del patrimonio documental. Sarrablo desplegaría una gran actividad y gracias a su interés se repararon los graves daños. Así mismo, buscó alternativas de ubicación para el Archivo y la Biblioteca Pública aunque sin éxito pues el penoso estado de la ciudad no ofrecía edificios adecuados.
Cuando terminó la guerra sufrió el proceso de depuración que padecieron los funcionarios y del que salió indemne quizás por no poderse demostrar su alineamiento ideológico con los vencidos aunque también debieron influir en su favor los avales de personas afectas al nuevo régimen: Bernardo Martín del Rey, falangista, poeta y encargado del Archivo Municipal en los años 40, 50 y 60 del siglo XX; y Andrés R. Alonso Sánchez, de la F.E.T. y de las J.O.N.S. de Almería. Los dos hablaron de él como persona de orden, fervoroso católico y entusiasta del Glorioso Movimiento Nacional Sindicalista. De Almería se trasladó a su anterior destino en la Delegación de Hacienda de Sevilla y en 1941 marchó al Archivo Histórico Nacional (Madrid) en donde terminaría siendo vicedirector.
En este ambiente de tribulación e incertidumbre pienso en lo que le tocó pasar a nuestro colega ejerciendo la dirección y todos los trabajos técnicos en este Archivo Histórico Provincial de Almería durante la Guerra Civil: su desubicación, soledad y miedo a la situación bélica, debieron de ser traumáticos para nuestro personaje. De hecho, en su posterior trayectoria profesional parece que nunca quiso hablar con sus compañeros de los terribles años pasados durante la guerra en nuestra ciudad.
Ánimo para todos en estos nuevos tiempos de incertidumbre. Seguro que saldremos adelante.