Convento de las Puras de Almería. Confinamiento y clausura
«Desde mi ventana» – 01 / Amigos de la Alcazaba
Convento de las Puras de Almería. Confinamiento y clausura
Por Eduardo Blanes Arrufat. Arquitecto
El Convento se estableció en 1515 en esta tierra costera mediterránea, incierta y peligrosa, recién conquistada al Reino de Granada, con mayoría de población morisca.
La Orden de la Inmaculada Concepción lo habita ininterrumpidamente desde entonces, con vida en comunidad dedicada a la oración y el trabajo en clausura.
El convento es un conjunto de edificaciones y espacios libres que dan soporte arquitectónico a la vida religiosa contemplativa de clausura. Ocupa casi una manzana completa del corazón del casco antiguo de Almería, situado entre la Catedral, Ayuntamiento y Almedina. Desconocido e incomprendido, en buena medida, por su aislamiento de siglos.
Hoy, desde nuestro obligado confinamiento, podemos aproximarnos a él desde una óptica tal vez nueva para la gran mayoría de nosotros.
El confinamiento familiar nuestro de este tiempo excepcional nos equipara, y por tanto, nos hace compartir sensaciones y modos de vida, con las monjas que habitan el Convento, y de esta manera imprevista, nos aproxima a ellas, y nos da la oportunidad de comprender sus valores patrimoniales más allá de la valoración histórica, arquitectónica o artística.
La configuración arquitectónica del Convento de las Puras es consecuencia indisoluble de la función y uso que alberga, que constituye su razón de ser. Es éste su distintivo valor patrimonial, la simbiosis, aún vigente, entre el modo de vida en clausura y su contenedor edificatorio, que mantiene y conserva la comunidad de monjas desde hace 505 años, y que al permanecer activos, se justifican el uno al otro. La definición que hizo el arquitecto maestro Le Corbusier de la casa como “máquina para vivir”, aunque enunciada para la arquitectura contemporánea, cobra sentido pleno en el Convento de las Puras.
Esa función de vida en comunidad religiosa contemplativa dedicada a la oración y el trabajo, en clausura, desde nuestra óptica contemporánea y nuestra suficiencia intelectual, hemos tendido a infravalorarla, por incomprendida si no criticada, por desfasada y vetusta en trance de extinguirse. En cambio, hemos enfocado su valoración patrimonial sobre las indudables y relevantes características edificatorias y artísticas que el conjunto del Convento ha ido configurando a lo largo de los siglos.
Ahora, esta obligada reclusión temporal confinados en nuestras casas, que convertidas en pequeñas clausuras nos hace disponer de más tiempo para pensar, trabajar y convivir familiarmente, nos está aproximando, inopinadamente, a su modo de vida comunitaria interior, y por ello, estamos en condiciones de entender algo más la clausura.
Este forzado e inesperado aprendizaje, que ya pensamos si no cambiará algunos de nuestros hábitos de vida en el futuro, nos hará equilibrar en la valoración patrimonial del Convento, tanto el conjunto arquitectónico y artístico, como la propia vida en comunidad de clausura de las monjas de la Orden de la Inmaculada Concepción, que lo sustenta desde 1515. Nuestras queridas Puras almerienses.
Eduardo Blanes Arrufat. Arquitecto
(fotografía de portada de Pako Manzano)