«MONUMENTOS Y DISPARATES: DEFENSAS Y FORTIFICACIONES», por Antonio Gil Albarracín
«La violencia y el enfrentamiento ha sido parte sustancial de la humanidad a lo largo de la historia y en la tierra almeriense ha dado lugar a un elevado número de fortificaciones que ha llegado a nosotros en estado diverso.
Las que formaban el dispositivo defensivo de Los Millares, hace más de cuatro milenios, han sido recuperadas por los arqueólogos. Otras han sido arrasadas, quedando unos cimientos que apenas se elevan del suelo. También las hay que han sido víctimas de restauraciones kitsch, fantasiosas y alejadas de su origen, como las fortalezas de Mojácar, Tabernas y otras. Algunas han padecido la plaga del acero corten, como se ha citado anteriormente respecto a las fortificaciones de Almería, Bacares, Purchena y Huércal-Overa. Otras han sido expoliadas, vendiendo todo lo enajenable, que se integra en la actualidad en las colecciones nacionales y extranjeras; por cierto, una burla reiterada es el rito de la comunicación del falso inicio de las obras que completen la restauración o instalación de una copia del patio renacentista expoliado del castillo de Vélez Blanco.
Asimismo se han producido recuperaciones notables de edificios que se hallaban en avanzado estado de ruina, como el castillo de Gérgal o la batería de San Ramón de Rodalquilar, en Níjar, para destinarlos a vivienda privada. Sin embargo, la batería de San Juan de los Terreros en Pulpí ha sufrido, al menos, tres procesos de restauración en las últimas décadas, pues el abandono o las consecuencias nefastas de Escuelas Taller con proyecto inadecuado han convertido reiteradamente en inútil el trabajo realizado.
También han sido recuperados, entre otros, los castillos del marqués de los Vélez, en Cuevas del Almanzora y en Vélez Blanco, de Santa Ana, en Roquetas de Mar, o de Carboneras y las baterías de Jesús Nazareno, en Garrucha, de San Felipe de los Escullos, en Níjar, o de Guardias Viejas, en El Ejido, con resultados dispares.
Sobre la cronología de las fortificaciones valga de muestra que, antes de comenzar mis trabajos sobre la defensa del litoral del reino de Granada, todas las fortificaciones existentes en Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar eran consideradas árabes; el estudio de las mismas ha demostrado que fueron construidas entre los siglos XVI y XX.
El castillo de San Pedro, formado por una torre erigida el siglo XVI y rehecha en el XVII, en el que se le adjuntó plataforma artillera, ampliada en el XVIII. El abandono sufrido en las postrimerías del siglo XX, cuando ya pertenecía al Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar ha causado sucesivos derrumbes que amenazan gravemente su existencia. Otro ejemplo difícilmente justificable es el despectivo abandono con que está siendo tratada por las autoridades la torre de los Alumbres de Rodalquilar, que contemplan su progresiva ruina sin de articular una estrategia adecuada para su restauración y puesta en valor. Fortificación renacentista construida en 1511, contribuía a la defensa de una población minera amurallada del siglo XVI, yacimiento arqueológico industrial que merecería protección específica, excavación y puesta en valor de su fortaleza.
La sucesión de agresiones, por acción u omisión, ha desesperado a sectores concienciados de la sociedad almeriense que se manifestó el 29-1-2011, convocada por la Asociación de los Amigos de la Alcazaba de Almería, contra la restauración de los torreones de la muralla de la Hoya con acero corten. Ha pasado un lustro y nadie con poder para subsanarlo ha reaccionado ante este disparate ni otros muchos».