«A LA HOYA, POR LA DIGNIDAD DEL PATRIMONIO», artículo del escritor Juan José Ceba

 El escritor Juan José Ceba publica hoy en LA VOZ DE ALMERÍA el siguiente artículo:

                                             

La lucha para conseguir una más alta protección del patrimonio, en nuestra tierra, viene siendo muy dura, pero con un trabajo de esperanzas, entusiasmos y luces, encendidas en toda la provincia y en cientos de ánimos sensibles. Surge de nuevo una llamada en La Hoya, que aguarda -para mañana a las doce- la respuesta de una multitud de almerienses despiertos, y empeñados en la defensa sin tregua de nuestro legado cultural e histórico.

            Esta vez le han dado un golpe aberrante a las murallas del siglo XI, en aquel paraje prodigioso, cerrando los ojos a todo el conjunto monumental y sin tener en cuenta para nada el escandaloso deterioro de los muros de La Alcazaba -que miran a La Hoya, y han de ser restaurados con tapial, en un plan general y abarcador, que huya de las tentaciones del acero herrumbroso.

            La actuación en las falsas torres oxidadas es un despropósito, que ha llenado de pesar e indignación a miles de personas; ha sido criticado y denunciado por importantes arquitectos restauradores del país -que lo ponen de ejemplo como lo que no debe hacerse, en sus clases de máster en restauración. Y ha puesto en acción a los colectivos, que no cesan de trabajar a favor del patrimonio heredado, como veladores en el drama del infortunio de esta tierra.

            Es tanto el estupor que, mañana, en La Hoya, se habrán de desplegar Banderas Negras, que vuelven a señalar que algo grave se sucede, con una muchedumbre que desea expresar su rechazo y dejar muy claro que se han acabado las destrucciones bendecidas. Que la ciudadanía no lo va a permitir, y exige la eliminación de los postizos oxidados y sus zunchos interiores, para volver las torres a su estado original, y acometer una obra con tapial, contemplando las murallas y torres de La Alcazaba, La Hoya y San Cristóbal como un todo, como un conjunto único e irrepetible, de armonía, unidad y belleza; como han indicado expertos en restauración.

            Hasta ahora, pese a la insistencia, la Consejería de Cultura sigue sin entregar los documentos públicos solicitados por los Amigos de la Alcazaba -como el expediente completo y el proyecto del artífice-, en un gesto incomprensible de opacidad y ocultación. Sería interesante mostrar también los adentros de ambas torres, para comprobar hasta donde alcanza el daño perpetrado.

            Me contaba un admirado arquitecto y restaurador, respetuoso y exquisito en sus trabajos, que, a veces, los arquitectos pueden tener la imperiosa tentación de poner su huevo, allí donde el legado posee un valor inmenso por si mismo, sin ser capaces de ver, en su afán de notoriedad, y de marcar su territorio con adherencias torpes y dudosas genialidades, la grandeza de todo un ámbito constructivo y de su entorno. Algo así, como si al restaurador de un lienzo de Velázquez se le metiera en la cabeza de hacerle unos cuantos garabatos. Se puede hacer. Añade modernidad y frescura al legado. Y destrucción de visión nueva. Lo más grave es que las comisiones de patrimonio, cuyas responsabilidades en la valoración y defensa de lo heredado han de ser rigurosas y serias, autoricen y den por buenas intervenciones desastrosas.

            La llamada a los almerienses a multiplicar la participación en la convocatoria de mañana, en La Hoya, no es solo emocional, por las llagas abiertas al primer monumento -tan amado-; sino de tipo técnico, al haberse elegido la peor opción, la menos acorde con las construcciones defensivas de la medina; que han sufrido, de esta forma, una ruptura, una dislocación en su cuerpo, que ha permanecido, por los siglos, enlazado con tapial. Una muestra desafortunada, violenta e incapaz de ver en sus alrededores.

            Al aire las Banderas Negras, acudiremos en multitud, mañana, a exigir que cesen las tropelías, y que quiten, sin dejar ni rastro, los añadidos espantosos de La Hoya. Porque esta vez, sin comprender el valor impresionante del legado, le han dado sin miramiento al primer monumento de la ciudad herida. Somos infinidad de almerienses quienes lamentamos la destrucción y el despropósito que sufre el patrimonio entre nosotros. Pero, también, centenares de conciencias vigilantes, que seguiremos en la resistencia y en el empuje por la dignidad.

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