«TERESA NOS INTERESA», ARTÍCULO DE JAVIER IRIGARAY, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL ARGARIA
El despoblado de Teresa es una de las joyas del patrimonio histórico del Levante almeriense y, al mismo tiempo, paradigma de la gestión que las distintas administraciones han ejercido en la comarca.
Teresa fue uno de los más importantes y extensos municipios de Sierra Cabrera hasta su abandono por parte de la población morisca que lo habitaba y que impidió, aliada con los piratas de Berbería, su repoblación con nuevas familias cristianas, a las que apresaban en incursiones relámpago y vendían como esclavos en África. A pesar de que no ha sido objeto de importantes campañas de excavación, sabemos que sus cuevas fueron habitadas durante el paleolítico y el neolítico, que existió un poblado durante la edad de los metales que tuvo su continuidad a través de la historia hasta 1569, el año de su abandono.
Hoy, si nos acercamos hasta el recóndito valle en que se encuentra, al que podemos acceder desde el paraje conocido como “Lugarico viejo” (no confundir con el yacimiento de igual topónimo que hay junto a Jauro, en Antas) podemos apreciar la iglesia construida en 1505 sobre la antigua mezquita, con unos muros en buen estado, la clave del arco de entrada chapuceramente reconstruida para paliar los daños sufridos en la piedra clave debido, seguramente, al robo y expolio del escudo del obispo de la diócesis que debía exhibir y la sacristía, que conserva su cubierta y bóveda de cañón. Podemos observar, en la nave principal, una zanja perimetral que nos permite contemplar el arranque de un muro más ancho y anterior en el tiempo, que correspondería a la mezquita preexistente, seguramente, también, sobre una primitiva iglesia visigótica.
Son apreciables, además, los restos de las singulares obras de ingeniería hidráulica que sirvieron a sus habitantes durante la época de esplendor vivida en el Medievo musulmán, cuando el pueblo se dedicaba al cultivo de hortalizas, a la ganadería y, fundamentalmente, a la cría del gusano de seda. Entre ellas destaca la sima, una gruta de colosales dimensiones en la que almacenaban el agua conducida por medio de un ingenioso sistema de acequias, azudes y tapes y la reservaban para los periodos de sequía. También se aprecian los restos de dos molinos y de tres pozos que servían de testigos de nivel y como registros para la limpieza y drenaje de la sima.
Son visibles, además, los restos de las murallas del poblado, derruidas tras las capitulaciones de Vera y Mojácar al ser prohibido que los moriscos vivieran en ciudades o pueblos fortificados o amurallados y Teresa, como Turre, Antas o Cabrera, fue lugar al que enviaron a los habitantes musulmanes de Mojácar o de Vera cuando éstas fueron sometidas por los reyes cristianos del norte. También se aprecian decenas de cimentaciones de viviendas, el arranque de la torre y el cementerio musulmán.
Las viviendas de Teresa han sido todas derruidas por la avaricia de los expoliadores, avivada por leyendas en torno a presuntos tesoros escondidos por los moriscos que la abandonaron, práctica que era costumbre entre aquellos que fueron expulsados y que, al ser embarcados hacia el destierro, habían de entregar una parte importante de lo que llevasen consigo, por lo que quienes albergaban la esperanza de un pronto retorno en el momento en que cambiase el rumbo político de la historia, solían esconder buena parte de sus pertenencias; pero los habitantes de Teresa huyeron a escondidas y por voluntad propia, conjurados con un barco que les esperaba en Carboneras y, al no tener que pagar ningún impuesto sobre los bienes que llevaban consigo, viajaron con todo aquello que tuviera algún valor y, algunos de ellos, volvieron enrolados como corsarios para saquear y apresar para vender como esclavos a aquellos que, acompañando a los invasores, osaban intentar repoblar su aldea.
Pero también son visibles tumbas, en el cementerio musulmán, abiertas por la erosión y el paso del tiempo, así como catas abiertas en la acrópolis por furtivos expoliadores que buscaron los ajuares de las tumbas de la Teresa argárica o calcolítica.
Y, además, Teresa sufre una historia de olvido, indolencia y abandono por parte de todas las administraciones y de todos los administradores que hemos sostenido, unos impuestos y otros elegidos por nosotros mismos.
Teresa, una joya aún por descubrir, no ha gozado de las campañas de excavación y de estudio que sí han disfrutado otros lugares, tan sólo una intervención sobre la iglesia/mezquita realizada por la Universidad de Granada y sufragada por su entonces propietario, John Polanski. Pero lo más llamativo y peor del caso es que carece, hoy, de protección administrativa alguna y, además, es propiedad de una inmobiliaria.
Desgraciadamente, abundan las pruebas de que la catalogación y clasificación como bien de interés cultural no exime de la ruina y abandono por parte de la administración, no está muy lejos, pongamos por caso, el Cortijo del Fraile, aberrante y cercano ejemplo en que las administraciones, Ayuntamiento de Níjar y Junta de Andalucía en este caso, andan despilfarrando y dilapidando el dinero público en abogados y cruces de pleitos, un dinero de todos que, sumado y aplicado en un principio, hubiese podido bastar para haberlo restaurado en su día.
No podemos perder más tiempo. Teresa nos interesa y necesita protección administrativa ya. El abandono de nuestro patrimonio es un crimen contra la historia del que no podemos ni debemos ser cómplices.
Javier Irigaray
Presidente Asociación Cultural Argaria