“El negocio de la destrucción del patrimonio”, artículo de Marías Teresa Pérez, presidenta de Amigos de la Alcazaba (DIARIO DE ALMERÍA, 10/abril/2016)
«Como en el relato bíblico, para los almerienses de mediados del siglo XIX la Tierra Prometida estaba al otro lado de las murallas. O por lo menos unos terrenos de prometedores beneficios, sobre todo en la parte oriental (donde luego se abrirá el Paseo de Almería) y meridional (actual Parque de Nicolás Salmerón). Así que las “trompetas de Jericó” sonaron en 1855 y las murallas cayeron por iniciativa del Ayuntamiento, con la voluntariosa participación de los almerienses. Hasta la propia Alcazaba podía ser objeto de destrucción y si se si libró fue sólo porque su derribo no era rentable. Todo se hizo por el “progreso”. Todo legalmente.
Antes, en nombre del progreso se había aprobado la demolición de la Iglesia de Santiago. Sus inútiles piedras, una vez secularizadas por la Desamortización, debían servir para la construcción del ansiado muelle de poniente del puerto. Y años después se volaron las atarazanas califales, que mil años antes había mandado construir Abderramán III. Pese a la oposición de la Real Academia de la Historia y de algunas otras personas decentes e ilustradas, se hizo… en nombre del “progreso”
Sobre los escombros de la antigua “ciudad conventual” se parió la moderna “ciudad burguesa”. El negocio de la destrucción de la ciudad fue fantástico y llenó los bolsillos de los especuladores, especialmente los de la familia de Ramón Orozco, el líder del partido progresista y el hombre más rico de la provincia.
Entre 1875-1925 Almería vivió uno de los momentos más prósperos de su historia, la época dorada del mineral de hierro y la uva de embarque. Parte de esta riqueza sirvió para que dos grandes arquitectos, Trinidad Cuartara y Enrique López Rull, dignificaran la ciudad con bellos edificios públicos y hermosas viviendas de estilo historicista. Un conjunto sencillo pero tan armonioso que de haberse conservado, aquella “Habana del Mediterráneo” sería hoy una de las más bellas y singulares ciudades de España.
Pero otra epidemia destructiva-especulativa, “la fiebre desarrollista” de finales de los 60 y años 70 del siglo XX, hizo estragos en aquella “Almería horizontal” al amparo de unas élites rapaces y una sociedad civil desarmada por el franquismo. Lo único rentable de nuestro patrimonio histórico parecía ser su destrucción. Almería se esmeró en ello y pasó a ostentar el “honor” de ser una de las ciudades españolas con más destrucción de su patrimonio en aquellos años, como destacó “El País”.
Todo era posible en el pasado, sin apenas leyes que protegieran nuestro patrimonio. Hasta comprar y llevarse el patio renacentista del castillo de Vélez Blanco. Pero la Democracia nos dotó de una Ley de Patrimonio que era una promesa de respeto a nuestra herencia cultural y a la mejora de nuestra calidad de vida. Sin embargo, en 40 años de democracia ninguna corporación municipal de Almería ha afrontado con el entusiasmo necesario la defensa de nuestro Patrimonio. Falta voluntad política.
Cada vez que se va a destruir un edificio singular de aquella “Almería horizontal” Amigos de la Alcazaba siempre se encuentra con la mismo argumento: “Es legal”. El derribo, por ejemplo, del “Puerto Rico” no se pudo evitar porque… “es legal”. ¿Y por qué es legal? Porque el Ayuntamiento no lo tenía protegido individualmente ni tampoco estaba protegido por el entorno del Mercado Central, que todavía no está declarado BIC (sí lo está la Biblioteca Villaespesa). Es el cuento del “Gallo pelao”, el cuento de nunca acabar.
Si el patrimonio almeriense fuera un ave ya estaría considerado en “vías de extinción”. Con un centro histórico gran parte perdido, Almería no puede permitirse tener un Catálogo de edificios protegidos a todas luces insuficiente. Así los Amigos de la Alcazaba lo hemos dicho en nuestras alegaciones –no atendidas- al eterno PGOU. Así, la Consejería de Cultura ha pedido al Ayuntamiento que amplíe ese Catálogo en hasta 300 edificios. ¿Por qué no se amplía ese Catálogo? ¿Por el “progreso”?
La conservación de nuestro Patrimonio Histórico es un objetivo estratégico para Almería y sus ciudadanos. Por nuestra identidad, dignidad y calidad de vida, pedimos al Ayuntamiento de Almería que aumente el número de edificios protegidos.
María Teresa Pérez Sánchez
Presidenta de Amigos de la Alcazaba